Revista Contaduría Pública marzo 2022

Dr. Eduardo Ávalos Lira Presidente de la Agencia Internacional de Calidad Educativa presidencia@caceca.org La ética en las universidades Síntesis La ética es el pilar clave de la educación superior, de los valores fundamentales de cada profesionista y del enfoque de cada una de las instituciones encargadas de tan importante labor. No obstante, en el diario acontecer y en el ámbito educativo, la línea de la ética ha quedado borrosa. En ese sentido, este artículo ofrece un acercamiento a la importancia de colocar a la ética en su lugar designado y actualizarla acorde a las demandas del mundo actual. como una herramienta para que cada ser humano pudiera desarrollarse no solo profesionalmente, sino también personal y comunitariamente. Es decir, las universidades dejaron de ser únicamente lugares de investigación y espacios para compartir conocimiento y se volvieron universos de contribución para la sociedad. Por otro lado, a partir de la adopción de la Agenda 2030 hace más de una década y particularmente debido al impacto a largo plazo que tendrá la pandemia en la que actualmente estamos, ese último aspecto en favor de la sociedad ha cobrado mayor relevancia en el presente. En ese sentido, la ética es la pieza clave para esa formación académica y profesional basada en los valores que las crisis humanitarias de la actualidad demandan. Tanto estudiantes, como el personal directivo y el personal académico deben cuestionarse ¿cuál es el rol que desea tener la Universidad en la formación de futuras generaciones de profesionales con fuerte sentido social? Y, sobre todo, ¿cuál es la hoja de ruta que van a seguir para contribuir a ese mundo sostenible que se necesita? Cómo si fuera un término abstracto, la ética institucional en las universidades se fomenta y practica de manera frágil y diversa. A pesar de que deberían apelar al sentido común, el compromiso social, diálogo constructivo, la formación integral y las acciones positivas que se destacan como parte de los códigos de Ética de las universidades, han quedado en su mayoría, relegadas. Ejemplo de ello, es que indistinto del área académica, las universidades tienen numerosas narrativas que reflejan el detrimento que ha tenido la ética y la educación con impacto social a lo largo de los últimos años. Actualmente, existe un alto número de instituciones que priorizan la investigación y publicación de artículos en busca de rankings internacionales por encima de una educación de calidad. Y por si eso fuera poco, hay numerosas políticas de integridad académica frágiles, casos de corrupción, abuso de poder, falta de transparencia y rendición de cuentas que afectan a estudiantes a diario. Asimismo, incontables casos de abuso sexual, acoso, bullying y ciberbullying, que permean en la academia y que se han reproducido en los ámbitos personales y profesionales generando traumas intergeneracionales. Lo que perturba en estos casos, es que la gran mayoría de esas situaciones han venido acompañadas de una ceguera y negación que ha resultado en una eventual normalización. Por lo mismo, es innegable la conexión que tienen la falta de una cultura de humanidades, políticas de responsabilidad social y códigos de ética universitarios al interior de las instituciones de educación superior, con el impacto negativo que vemos en la vida diaria. En ese sentido, existen diversos retos a tomar en cuenta, en primer lugar, es necesario identificar todas las formas posibles de imprimir la ética en el entorno académico institucional, por medio del uso de diversas metodologías de enseñanza a lo largo de todas las carreras disponibles. Por encima de ello, se debe lograr que las universidades del mundo contemporáneo se rijan en la práctica por principios éticos que prioricen valores sostenibles, libertad académica y un trato igualitario entre pares tal como lo dicta la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Desafortunadamente, a lo largo de los últimos años, son pocas las instituciones de educación superior que se han adaptado a la velocidad que los retos del presente demandan. Asimismo, y como si fueran pocos los retos a enfrentar, ahora se suman los dos últimos años del COVID-19 y el perturbador impacto que ha tenido no solo en la educación, sino también en cada uno de los factores que contribuyen a ella, como la salud física y mental, y los aspectos económicos y patrimoniales. Al respecto, ¿por qué se omite la ética como disciplina para atender los retos actuales y entender el trasfondo de las problemáticas en las universidades? Es claro que no existe una respuesta ideal, sin embargo, para la resolución de conflictos en los que debería prevalecer la ética por sobre todo, constantemente predomina una jerarquía institucional en la que se prioriza la protección del nombre universitario por encima del bienestar de las y los estudiantes, de la comunidad o del personal académico. Las razones La docencia tiene un rol de suma importancia si se ve como una práctica social La educación superior se definió como todo tipo de estudio, entrenamiento o investigación realizados a nivel postsecundario, impartidos por universidades y otro tipo de establecimientos educacionales que sean aprobados como instituciones de educación superior por autoridades nacionales. Dicha definición apareció en la Declaración Mundial sobre Educación Superior que fue adoptada en 1998 por la comunidad internacional y desde entonces la utilizan organismos como la UNESCO, el Banco Mundial y el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas. Años más tarde, la UNESCO expandió el significado de la educación superior para incluir no solo la calidad educativa como factor clave de las instituciones, sino también la promoción del acceso igualitario y la distribución equitativa de la educación para cada individuo indistinto de factores como el sexo, género, religión, estrato social, orientación sexual, identidad de género, entre otros. De igual manera, la educación se contempló ¿Es acorde a las necesidades del mundo actual? DOSSIER 36 CONTADURÍA PÚBLICA 37

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