Dra. Martha Rangel Salas
Directora del Departamento de Contabilidad y Finanzas
Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, Región Centro
mrangels@tec.mx
La emergencia de metodologías financieras alternas, la contabilidad electrónica, Big Data, Business Intelligence, bitcoin, la operatividad digital, el eCommerce, entre otros aspectos de los mercados, denotan una experiencia comercial que utiliza a la persona como un ejecutante de soporte, más que como un fundamento en la estructura y su desarrollo.
El desprendimiento de la humanización en tiempos en los que se posiciona a las personas como el centro de una red de la que dejan de ser, precisamente, el centro, hace importante considerar, desde el punto de vista de las ciencias administrativas, en este caso de la Contabilidad, las repercusiones de esa deshumanización.
¿Cómo valorar el rol del recurso humano en el mecanismo de producción monetaria de una empresa de modo que se coloque en el centro del interés de la eficiencia contable?
La situación, como en muchos casos, podría apoyarse en la historia. Para ello, vale la pena recordar cuestiones de los pensadores que dieron impulso a la sinergia entre los intereses de la empresa y sus personas.
Por ejemplo, Frederick Winslow Taylor, quien impulsó el uso de la ciencia para reducir distancias entre empresarios y trabajadores, y que ponía énfasis en el concepto de la motivación como motor de la eficiencia.
También se encuentra Elton Mayo, quien impulsaba la idea de la colaboración y de la integración, en tanto que consideraba al trabajador más como elemento participativo efectivo de la cohesión productora que como un ente aislado.
Asimismo, Lilian Moller Gilbreth y Frank Gilbreth, pusieron en el centro de la discusión el estado de ánimo de las personas, pues, antes que ser productores, son seres humanos a los que hay que ayudar a llevar al máximo su potencial.
Considerar estos antecedentes, ligados con criterios básicos de psicologías de consumo, como los distintos grupos de referencia a que se dirige un producto, a los cuales también habría que ver como un elemento sensible más que de remuneración, tiene como consecuencias:
> Una relación fluida, amable y productiva entre patrón y empleado.
> La desaparición de factores contraproducentes en las líneas de producción (digitales o automatizadas –operadas por un recurso humano– o apersonadas) como estrés, ansiedad, pereza, desánimo o desapego.
> Reducción de tiempos.
> Maleabilidad y ductilidad en el manejo de los conflictos.
> Y, lo más importante, condiciones que facilitan el ejercicio contable al evitar fugas de capital por problemáticas internas.
La idea es elemental, no importa si es una cadena cibernética o una fabril, la contabilidad se aligera cuando se pondera el capital humano, se considera su autoestima, su estado de salud, el tiempo para tener perspectiva y saber dónde poner los recursos.
Es decir, la tecnología y sus ambientes digitales no eximen al empleador de una concientización sobre los productores de sus flujos de dinero, el ecosistema ha cambiado, pero el respeto por los participantes siempre arrojará sanas finanzas.
Al tener presente que los procesos son una extensión de quienes los ejecutan, se es consciente, de forma íntegra, de lo que construye a una empresa y, sobre todo, de lo que la hace crecer: más ganancia de humanidad, menos pérdidas de capital.