CP Octubre22

Cada país del reino decide cuánto poder quiere dar a la monarquía británica, pero la reina Isabel tenía deberes constitucionales en todos estos países como la aprobación de nuevos gobiernos, alguna legislación amplia, y la concesión de honores de estado o el nombramiento de ciertos funcionarios. Un caso extremo sobre el uso de tales poderes se produjo en 1973, cuando el representante de la Reina en Australia, Sir John Kerr, destituyó unilateralmente al Primer Ministro en funciones, Gough Whitlam, del Partido Laborista, para romper un estancamiento parlamentario. Posteriormente, nombró al líder de la oposición, Malcolm Fraser, del Partido Liberal para sucederlo, lo cual provocó lo que se ha descrito como la mayor crisis constitucional en la historia de Australia. Recientemente, la isla caribeña de Barbados abandonó el reino en 2021, argumentando que “ha llegado el momento de dejar atrás el pasado colonial”. Otros países insulares como Jamaica podrían seguir este ejemplo porque ha estado en su agenda solicitar al Reino Unido reparaciones por el papel de la Corona en la trata transatlántica de esclavos. Al final, la inmensa popularidad que disfrutaba la Reina Isabel II en su país y en el extranjero (tasa de aproximadamente 70% de aprobación) fue un factor vinculante para mantener vivos a ambos Commonwealths, a pesar de la subordinación a la Corona que se asocia con el racismo y el dominio colonial. Pero la situación es más incierta con el nuevo rey Carlos III, ya que él no es tan popular como su madre. De hecho, se volvió bastante impopular tras la muerte de su esposa, Lady Diana, además de que es más propenso a hacer declaraciones políticamente incorrectas, y porque es un Rey que asume el poder en un mundo radicalmente diferente, donde existe un cuestionamiento continuo de muchas instituciones del pasado, y donde las redes sociales amplifican esta impopularidad y estos cuestionamientos. Visto desde el punto de vista del contribuyente británico, mantener la monarquía cuesta alrededor de 102 millones de libras esterlinas al año (aproximadamente 2,300 millones de pesos mexicanos). Es evidente que muchos contribuyentes podrían cuestionar si ese es el mejor uso que se puede dar a esos recursos financieros. El éxito del imperio británico no hubiera sido posible sin una profesión contable bien organizada. De hecho, en este periodo es cuando se empieza a consolidar la profesión contable como la conocemos actualmente, muchocomo respuesta a lanecesidaddeadministrar correctamente las finanzas de los organismos públicos y privados que eran parte del imperio. En 1876 se funda una de las revistas de contabilidad más antiguas con sede en Londres: The Accountant. Otros libros de la época dan constancia sobre la importancia que la profesión contable comenzaba a tener: Auditors: Their Duties and Reponsibilites (Francis Pixley, 1881); The Depreciation of Factories (Ewing Matheson, 1884); Factory Accounts (Emile Garcke y John Manger, 1887); así como Auditing: A Practical Manual for Auditors (Lawrence Dicksee, 1892). En 1831 una Ley de Quiebras es promulgada en el imperio, la cual reconoce a los Contadores –junto con los banqueros y los comerciantes– como una de las tres figuras capaces demanejar un proceso de quiebra. Pasaron 30 años para que en 1862 la figura oficial de Liquidador se reconociera en la ley, tomando como base mucho del conocimiento que estaba concentrado en la figura del Contador. En1853algunosde losprimeros institutosdeContadoresaparecenen Inglaterra y en Escocia. En 1871 se establece el primer procedimiento de examen para admitir nuevos miembros al instituto de Contadores de Londres, el cual consistía en un examen oral. En 1878, se establece el primer ordenamiento que requería que los libros de contabilidad de los bancos fueran auditados anualmente. En 1880, contando con la aprobación y firma de la Reina Victoria, se crea oficialmente el Instituto de Contadores Registrados de Inglaterra y Gales. En 1888 este mismo instituto rechaza la solicitud de ingreso de una mujer, Mary Harris Smith, exclusivamente por una cuestión de género. La profesionalización de la figura del Contador Público fue exportada subsecuentemente a otras partes del imperio británico y, desde nuestro punto de vista, fue uno de los factores que contribuyeron de manera importante al desarrollo financiero exitoso del imperio británico a lo largo del siglo XIX. Este es uno de los pilares fundamentales que dieron sustento a la estructura sobre la que descansó el imperio, incluyendo también el respeto al estado de derecho, la prudencia financiera y el impulso al comercio. Este tipo de institución profesional que cuida el manejo adecuado de los recursos financieros ya sea a nivel de las colonias o a nivel de empresas privadas, estuvo presente en mucho menor medida en el imperio español –eran otros tiempos, los siglos XVI y XVII eran mucho menos sofisticados en todos los sentidos. Sin embargo, pudiera ayudar a explicar en parte los destinos tan divergentes que encontramos entre las excolonias británicas y las excolonias españolas. En ese sentido, no hay que olvidar que la excolonia británica por antonomasia –los Estados Unidos de América– también se benefició de esta herencia en cuanto a la solidez de su profesión contable, y muy rápidamente adoptó los modelos organizacionales y técnicos que se habían creado en Reino Unido, los cuales eventualmente le ayudarían a optimizar el manejo financiero de sus organismos públicos y privados. Muchas de las divergencias en desarrollo económico que todavía prevalecen hasta nuestros días tuvieron su origen en esta época. Por esa razón, una de las enseñanzas del imperio británico es que la profesión contable se puede convertir en una institución que catalice el desarrollo nacional de forma decidida, al ayudar a tomar las mejores decisiones financieras posibles, asegurando un uso óptimo del capital disponible, favoreciendo el funcionamiento de empresas que produzcan valor para la sociedad, vigilando el correcto pago de impuestos y la distribución de recursos financieros adecuada a otras partes de la sociedad (por ejemplo, empleados y proveedores), al mismo tiempo que actuando como salvaguarda del sistema financiero de un país. El rol de los Contadores Públicos en el imperio británico fue tan amplio que sus consecuencias siguen resonando hasta la actualidad. A pesar de que Reino Unido ha pasado por muchas transformaciones, crisis y reinvenciones después de la Segunda Guerra Mundial –la última el Brexit de hace unos cuantos años– y una cosa muy cierta: Londres continúa siendo una de las grandes capitales financieras del mundo, quizá la más grande después de Nueva York. La posición geográfica de Londres le permite atender perfectamente los principales mercados europeos, asiáticos y americanos. Su regulación sigue siendo relativamente favorable a muchos de los productos y servicios financieros más sofisticados. Recibe y conserva mucho del mejor talento humano global relativo a finanzas, pero, sobre todo, conserva a una de las profesiones contables mejor organizadas y de mayor tradición en el mundo. Esto es una prueba irrefutable de que la Contaduría Pública puede ser un sólido aliado en el desarrollo económico de un país o de un imperio. MISCELÁNEO MISCELÁNEO 50 51

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