C.P. Manelic Maganda de los Santos
Catedrático y Coordinador de Estructura Educativa
ESCA, Unidad Santo Tomás IPN
acapulcolomms@hotmail.com
En la actualidad es evidente que los valores de la sociedad capitalista movilizan personas, empresas y al mundo en general; derivado de lo anterior, vemos personas que denotan el deseo por tener, acumular, acaparar y ganar en aspectos económico-financieros y materiales, sin considerar aspectos humanos, éticos y de valores
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Cuando nos preguntan: ¿Quién eres? O nos piden que nos presentemos en algún foro o reunión, normalmente decimos, antes del nombre, nuestro grado máximo de estudio. Difícilmente hablamos del “yo-ser”, como humano, como persona; anteponemos el “yo-tener” y no perdemos la oportunidad para decir o mostrar lo que tenemos: ropa de marca, joyas, autos, viajes, departamento lujoso o una casa en zona residencial.
Eso incide directamente en que cada vez existan más personas que eligen un camino fuera de las normas sociales y morales. Retomemos nuestra humanidad, la convivencia interpersonal, social y familiar, para alcanzar realizaciones materiales y económicas; nuestra civilidad debe ser imperante cada día para aspirar a una sociedad mejor, esa es nuestra responsabilidad en nuestra profesión como Contadores Públicos.
Si tratamos a la gente como número o como objeto, pueden vernos de la misma manera, ¿en qué lugar están los sentimientos y las relaciones interpersonales? ¿Tratamos a los demás como deseamos ser tratados?
Los valores y la Contaduría Pública
Mi experiencia me ha mostrado que los números no son fríos como se piensa, en ellos podemos encontrar explicaciones cuantitativas y cualitativas que impactan en la vida de las personas. Por ejemplo, si la situación financiera de una organización se expresa en números rojos, repercutirá en la vida de las personas que la conforman. ¿De qué manera? Normalmente se refleja en la disminución de recursos financieros, materiales y hasta humanos. Sin embargo, el impacto más fuerte se manifiesta en el desánimo de los empleados, en el ambiente laboral, inclusive, en el desempleo. Sin ir más allá, en los hogares de los socios y trabajadores, quienes transmiten la angustia a sus familiares y amigos.
Por lo mismo, el profesional de la Contaduría Pública, experto y conocedor de la información relevante de los entes económicos para la toma de decisiones, debe actuar consciente de ello: con humanización, principios, valores y ética; conceptos accesibles de comprender, pero adquieren relevancia cuando se transmiten y se aplican en el comportamiento cotidiano, al dar sentido invaluable a nuestra forma de pensar, actuar, compartir y vivir.
Se dice que el Contador es “cuadrado”, porque cuida la esencia del hacer con técnica y en un orden cronológico-secuencial, lógico y estructurado; pero es una idea reducida de nuestra acción profesional. Somos integrales al demostrar que todo es susceptible de contabilizar o reflejar en la contabilidad, de revelar situaciones vivenciales del entorno, realizando las notas pertinentes para que la información sea útil y adecuada para tomar decisiones correctas. Somos humanos porque tenemos necesidades, pensamos, sentimos, deseamos, decidimos, nos relacionamos y nos preocupamos por el desarrollo de nuestro país.
Nunca negociar lo básico
La innovación en la formación profesional del Contador Público se está dando por medio de nuevos modelos educativos, basados en el desarrollo de competencias para la vida, incluyendo a las competencias profesionales y laborales. El acceso a una educación integral y personalizada, permite a los Contadores comunicar adecuadamente sus ideas y demostrar sus habilidades, para resolver problemas financieros de las organizaciones, con valores humanos y actitudes positivas. Lo que requiere de seres humanos capaces de saber “pensar”, “hacer”, “ser y convivir” con otros seres humanos en los entes económicos. Inclusive la aceptación de las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) como reflejo de la globalización imperante.
Se requiere que los Contadores seamos capaces de lograr que las finanzas contribuyan a la mejora integral en el desarrollo organizacional, pero con el soporte de programas relacionados con la recuperación de los valores humanos en la nueva cultura laboral y la optimización de recursos para la sustentabilidad.
Debemos ser agentes de cambio desde nuestra persona y nuestros hogares, como partícipes de las entidades económicas y sociales en el mundo que nos rodea, donde nuestras actividades sean más humanas. Así como existe una filosofía de “servicio al cliente” en el ámbito empresarial, donde ellos son primero y requieren un trato cordial, en nuestra acción profesional, cada una de las personas que nos rodea debe ser merecedora de nuestro trato empático, amable y respetuoso.
Se debe reflexionar sobre la escala de valores que se aplica hoy, de la dignificación que tiene nuestra profesión, del respeto a las ideas, de un comportamiento con sentido humano, de pensamientos estructurados con base en la verdad. Cada persona es el nodo y vínculo adecuado para “contagiar” a otros de buenas acciones, de mantener conductas intachables, de no ser indiferentes ante el deterioro ambiental, ni mucho menos cómplices de la corrupción y la irresponsabilidad social.
No se puede responsabilizar totalmente a las instituciones educativas de la “carencia” de valores en la sociedad, porque es donde realizamos esfuerzos mayúsculos por coadyuvar en el desarrollo de competencias para la vida; sin olvidar que los cimientos de las actuaciones humanas virtuosas, se forman a través de los principios, valores y actitudes que se inculcan desde la familia. Si estos esfuerzos conjuntos no han sido fuertes, es cuando se “pierden” de vista o relegan en la escala de valores, al insertarse al sector laboral de una sociedad en decadencia.
La trascendencia en términos contables
Las acciones equivocadas son mermas humanas que se pueden capitalizar, es decir, hay que aprender de nuestros errores para ganar, reflejándolo en un superávit social. Por otra parte, hay una frase popular que dice “la vida te cobra la factura”, no esperemos los vencimientos en nuestras acciones humanas ante la vida, mejor realicemos pagos anticipados, minimizando en lo posible el costo de respuesta y recibiendo bienes, servicios y beneficios oportunamente, manteniendo una actitud propositiva. Actuemos con respeto hacia las personas y ayudándonos entre sí, porque no debemos olvidar que nuestra contrapartida debe ser ganar-ganar, sin perder la honestidad y nuestra credibilidad.
Las oportunidades que se presentan en la vida, no se vuelven a dar de la misma forma, con la misma intensidad ni grado de riesgo social y económico. La incertidumbre limita las acciones, por el riesgo que representan, pero se debe considerar como un reto para salir avante. Los entes económicos-sociales no deben sentirse obligados en su función, sino ser comprometidos con la sociedad, porque de esta surgen las grandes empresas y necesitan de ella para mantenerse. De manera paralela, los empleados necesitan de la entidad, así como la entidad les necesita para ser fuerte; requiere que sus empleados estén facultados para brindar su mayor esfuerzo y mantener en todo momento, una actitud positiva para crecer constantemente, sobre todo en épocas de crisis.
Las personas y las entidades buscan cubrir sus necesidades; el camino es más fácil cuando el fortalecimiento es mutuo, con trabajo en equipo, corresponsable para llegar a una meta común: la autorrealización humana, económica-financiera, ambiental y social.
Contabilicemos números, información significativa, eventos, esfuerzos de trabajo colaborativo, acciones honestas, personas amadas, momentos felices, el cultivo de amistades, para el fortalecimiento de las virtudes manifestadas en nuestra actitud y espíritu de servicio.
No siempre los caminos fáciles son los mejores para resolver los problemas; hay que pensar que el bien común, es el bien a uno mismo.
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