Lic. Jorge Eugenio Martínez Vargas
Socio Director de Martínez Vargas y Asoc., S.C.
martinezvargasycia@hotmail.com
Cuando hablamos y preguntamos a los demás a qué te dedicas, encontramos las más variadas respuestas, en función de la mayor o menor sinceridad de las personas con las cuales estamos conversando; cuando de las profesiones se trata, es otra la historia, ya que muchas veces devaluamos o sobrevaluamos nuestras profesiones y es difícil ubicar en un punto neutral u objetivo nuestra profesión que no implica que sea nuestra vocación.
Consideramos que eso sucede a menudo, porque cuando nos iniciamos en nuestra profesión, hay alguien cercano que nos impulsa o nos estimula a seguir adelante con todo nuestro esfuerzo, pues las evidentes comparaciones sociales, escolares y muchas veces las más dolorosas como son las familiares, presionan con o sin intención al profesionista a sentirse obligado al triunfo sea o no su vocación la carrera, profesión u ocupación elegida por él mismo o por inercia a peticiones de cualquier índole.
En la vida encontramos personas que, aunque económicamente sean exitosas, “casualmente” nos comentan que la carrera a la que se iban a dedicar era la nuestra y que, además, tenían virtuosas intervenciones en ello; sin embargo, se alejaron en virtud de su empresa; algunos otros, no sin un resentimiento evidente, citan que con lo que hacen obtienen más ingresos que un profesionista; en fin, pareciera ser que una carrera ciega y sin meta es la que debe ser el objetivo de la vida de cada individuo.
¿Cuál es la mejor profesión que existe? Es la que elegimos, la que nos gusta o la que ejercemos. En el amor hay una sentencia: “Ama a quien te ame y no a quien te guste”. Con nuestra profesión, carrera o actividad económica debería ocurrir así. Respetando cualquier opinión en contrario, hay que analizar qué queremos, saber más de otras áreas o desarrollar nuestra profesión apoyándonos en otras profesiones, alejándonos de ese vicio de la “profesionitis”, o dedicarnos a nuestro hobby, esa actividad que es la verdadera vocación.
Los directivos de alguna empresa nacional o extranjera, pueden caer en regirse por la tendencia de su profesión en forma por demás natural: si se es Contador, todo se carga a la Contaduría; si se es abogado, todo se carga al Derecho; si se es Administrador de empresas —en cualquiera de sus especialidades—, trato de ser ordenado, pero puedo convertirme en un híbrido no experto; si se es dentista o médico cirujano y se obtuvo una empresa por convicción propia o por herencia, conveniencia o por cualquier motivo legal ¿ahora qué sigue? Muchas veces nos hacemos esta pregunta, pero casi nunca la respondemos.
Vamos a pensar como simples humanos, es decir, como personas inclusive ignorantes de cualquier profesión; en muchas ocasiones consideramos a las leyes como algo arbitrario, lo sean o no, porque no estamos conscientes de ellas o nos gusta ser rebeldes por naturaleza, y no se diga cuando somos párvulos; todo ello, a pesar de estar rodeados de ellas aún antes de ser concebidos. A manera de ejemplo podemos citar las figuras del concubinato, amasiato y matrimonio.
Las consecuencias de conocer o desconocer las leyes, quedan en claro por el Estado como una entidad superior a todos los habitantes del país, para lograr regular las conductas externas de los individuos; todo esto, considerando la definición esencial del Derecho, conjunto de normas jurídicas que regulan la conducta externa de los individuos, mención aparte lo merece la reforma cuya dimensión no se ha logrado definir por el mismo Estado Mexicano y me refiero a la integración de los Derecho Humanos Universales.
Vamos a referirnos solo a los Contadores, aclarando desde este momento que las demás actividades no están exentas de su propia problemática y que estos comentarios no tienen la finalidad de denostar la profesión, sino enaltecer la actividad profesional de los Contadores que, sin darse cuenta, llevan implícitas normas legales muy complejas para los seres mortales, por ejemplo: la nueva Ley del Impuesto Sobre la Renta y la Ley del Impuesto al Valor Agregado; si es directivo puede conocer las leyes financieras del país, como la del mercado de valores, etc. Sin embargo, los Contadores, al estar ligados al desempeño material de sus actividades, pierden la óptica de que se trata de leyes, es decir, de ordenamientos que han tenido varios procesos legislativos ordinarios para convertirse en legales, pues la dinámica de la actividad a veces nos hace no apreciar esa importancia.
Muchos Contadores prefieren estudiar la carrera de leyes, antes que una especialización o grados superiores en su profesión como maestrías o doctorados. Puede haber muchos motivos, desde “quiero saber más”, hasta “quiero dejar de compartir con los abogados los asuntos que yo puedo manejar”, generando con ello unas profesiones duales que en muchas ocasiones dan excelentes resultados, pero ¿qué pasa cuando no quiero estudiar la carrera de leyes?
Como Contador considero que, al igual que en cualquier profesión, siempre debemos contemplar nuestras limitaciones, sin que quiera decir que somos inútiles, simplemente es reconocer cuáles son las áreas de mi desempeño profesional que no conozco y debo atender para ser un profesional completo. A veces se tiene la tentación asistir a cursos y más cursos, es decir, podemos caer en la “cursitis”, que nos hace perder de vista la realidad de nuestros conocimientos, y con la soberbia nos vemos tentados a exhibir nuestros títulos —aunque no se reflejen en nuestro conocimiento— o, peor aún, nos da por asistir a un curso y decir que yo sé más que el expositor y que todos los demás. La inteligencia es muy importante, pero si se atempera con la sabiduría es perfecta.
Hemos encontrado cursos, conferencias y eventos que nos invitan a reflexionar nuestras capacidades: “Contabilidad para no Contadores”, “Derecho para no abogados”, etc. Hay gente sincera, que acepta sus limitaciones, lo cual es una de las características mayores de los verdaderos profesionales, pero cuántos en verdad no piensan así, y a veces el estómago es el que decide.
Aparte de las normas morales, familiares, sociales y escolares, consideramos que un Contador Público que sea el ejecutivo de una empresa, despacho o no, por cultura general y por seguridad jurídica personal, así como por seguridad patrimonial, independientemente de que se haya cursado durante su etapa escolar de cualquier nivel, debe saber una ley fundamental de la lógica, “negocio que no es negocio, no es negocio”, y que además hay las siguientes normas federales:
- Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Tiene como característica el apartado de las garantías individuales y el de la organización del Estado, ampliado sensiblemente por el tema de los derechos humanos internacionales; es importante conocer a qué se dedican nuestros legisladores y las facultades de la Suprema Corte de Justicia.
- Código Civil. Considera, no solo lo relacionado con el régimen de un posible matrimonio, sino también el de una sucesión, herencia o legado, divorcio, manutención de los hijos, creación de las sociedades civiles, asociaciones civiles, arrendamiento, compra venta y demás.
- Código Penal. En este no solo se establecen los delitos y sus definiciones, sino que se señalan las conductas de omisión, sobre todo las de aquellos que se precian de asesorar a otros.
- Código de Comercio. Incluye los actos que regulan a los comerciantes, en general.
- Las leyes que rigen la constitución de personas morales distintas de las civiles, como la de Sociedades Mercantiles, las Cooperativas, etcétera.
- Código Fiscal de la Federación. Que incluye la contabilidad, las responsabilidades administrativas y los delitos de carácter fiscal.
- Ley Federal del Trabajo. Si soy ejecutivo, debo conocer esta ley para contratar personal en el número que sea y que después no se revierta esta contratación por haber simulado figuras jurídicas existentes pero irreales, como son asociados, socios, asimilables a salarios, etcétera.
- En la actualidad, tener cuidado con las leyes que sancionan la discriminación y la violencia familiar, social y laboral.
- La Ley de Protección de Datos Personales, para tener presente los datos con los que puede o no contar, conservar y, en su caso, no divulgar.
- Las leyes de protección intelectual, como son la Ley Federal de Derechos de Autor, la Ley de Protección Industrial, etcétera.
- Qué decir de las leyes de seguridad social, como la Ley del Seguro Social y la Ley del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores, las cuales, con todo y sus controversias, son un derecho de quien adquiere un contrato de trabajo y una obligación de quien otorga ese puesto. Si el negocio no da para cubrir la carga social, no es negocio y lo mejor es depurarlo o terminarlo; cada quien decide lo que considere conveniente.
- Aparte de las leyes federales, también existen leyes, códigos y todo tipo de ordenamientos de carácter estatal o local; así es que ya tienen en qué entretenerse.
Como se puede apreciar con meridiana claridad, el Contador “ejecutivo”, no puede soslayar ser un ejecutivo “Contador”, pues aparte de sus dotes y visión de negocio que pueda tener para los ajenos, lo puede ocupar en los propios, y qué mejor que sea sustentado en una realidad legal, respaldada por su formación profesional, pero además completada con normas de uso común o cotidiano para, con ello, hacer no solo seguro, sino más claro su actuación.
Por último, una sugerencia: debemos disciplinar nuestra lectura para que siempre, por las mañanas, revisemos qué hay de nuevo en el Diario Oficial de la Federación, las noticias y aprender un concepto legal novedoso; todo ello, para enriquecer nuestra cultura y fomentar el conocimiento de nuestra actividad ejecutiva, pues debemos ser conocedores de lo que concierne a nuestra actividad ejecutiva o empresarial, pero, además, conocer o mejor aún, saber de temas y tópicos variados que puedan estar o no relacionados con ello. Hay quien conoce por experiencia y hay quien sabe por los libros; hay que saber y conocer, pues hay quien sabe y no conoce y quien conoce pero no sabe; tú cómo te conceptualizas.