El Contador Público finalmente está saliendo del capullo fiscal que por tantos años ha envuelto su atención, retomando así todo el potencial de una visión integradora de las empresas. Su capacidad de análisis es ahora aprovechada para interpretar aspectos cuantitativos y cualitativos que aporten al crecimiento y permanencia de las entidades que asesoran.
Como asesores de empresas, para los Contadores es común identificar errores en la organización que evidencian resultados negativos o no deseados, y habitualmente solo se reportan o registran; sin embargo, pocas veces (o nunca) se mide el impacto positivo que aprender de dichas fallas tiene en el futuro.
El método ROI (Return On Investment ‒Retorno en Inversión‒), tradicionalmente empleado para medir la productividad del capital invertido, sirve de antecedente para pensar que, si se puede cuantificar el costo de aprendizaje, se podría hacer una relación con el ahorro en costos futuros o incluso con las utilidades generadas a raíz de ello.
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