Toda crisis involucra una serie de reacciones emocionales que surgen a partir de una situación determinada. Han pasado más de 20 meses desde la pandemia por COVID-19 y todas las personas desde diversos contextos han tenido que aprender a vivir con ella. Ante esta situación extrema, surgen efectos como la ansiedad, depresión, estrés, rabia y miedo, emociones que debemos manejar, sin embargo, pocas veces sabemos regular.
Es ahí, justo en los momentos más adversos o destructivos donde se debe poner en práctica la inteligencia emocional, que es “la capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlo y compartirlo” (Goleman 1995).
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