El trabajo es una de las actividades más importantes de la vida humana, pues con ella se logran obtener los elementos básicos para la subsistencia. En México la definición de trabajador es la que se da por una relación obrero-patronal; sin embargo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT)1 hay una distinción entre trabajo y empleo, que establece que trabajador es quien tiene una actividad para generar ingresos, mientras que el empleado es quien tiene un contrato con un tercero para proporcionar su servicio a cambio de un ingreso y que, además, pueden darse distintas clasificaciones entre ellos. Cada vez es más común ver autoempleados, trabajadores independientes involucrados en una economía compartida o, incluso, trabajadores digitales que, por la naturaleza de su servicio, nuestra legislación no los contempla con una protección laboral, mucho menos de seguridad social.
El mercado laboral está sufriendo una reestructura derivada de la digitalización robótica y la inteligencia artificial, pero a pesar de los avances tecnológicos, no se ha logrado empatar con avances legislativos que garanticen la protección de las personas ante estas adecuaciones. Actualmente, nos encontramos en la cuarta revolución industrial llamada “industria 4.0”, que nos ha llevado a realizar transformaciones en las empresas respecto al uso de tecnología para automatizar procesos; con ello, de forma inherente, se han tenido que modificar las formas de trabajo, tanto en los tipos de habilidades que se requieren como en los puestos que se crean.
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