Por C.P.C. Gerardo Álvarez Meléndez/Socio Chavez Lerin Consultores S.C./alvarez64@prodigy.net.mx
La mayoría de los gobiernos difunden este ilícito como algo que perjudica a las economías, al sistema financiero y a la sociedad en general, pero pocos reconocen los beneficios que deja el lavado de dinero. Yo no soy el único que ha tocado este espinoso tema, pues en un foro sobre implementación de la Ley Federal para la Prevención e Identificación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita (LFPIORPI), en la Cámara de Diputados, la Doctora Ortiz hizo referencia a esos efectos, aunque no es necesario ser un experto en economía para darse cuenta de ello
Veamos un caso hipotético simple: un grupo de empleados de cualquier dependencia de gobierno (primodelincuentes) que se organizan para robar un banco, cuyo botín resulta en varios millones de pesos en efectivo; luego de esto, los miembros de la banda deciden adquirir franquicias de negocios, como pizzerías y tiendas de comida rápida, los cuales generan fuentes de empleo, y por ser negocios formales, también generan utilidades que son afectas al pago de impuestos, y finalmente regresan utilidades a los socios capitalistas.
Si analizamos este caso, el primer elemento que encontramos es el robo, el cual es un delito que afecta a la institución bancaria, pero debido a que el dinero cuenta con un seguro contra robo, el impacto es mínimo.
Después, los delincuentes deciden invertir en negocios no financieros, los cuales generan fuentes de empleo, y con ello pagos de impuestos y contribuciones de seguridad social, tanto locales como federales, así como flujos de efectivo para mover la economía de cualquier país.
Con el dinero de los impuestos, si los gobernantes los usan de manera responsable —no como se acostumbra en nuestro país— ese dinero serviría para pagar obras de infraestructura, inversión en servicios médicos, educativos, seguridad, gasto corriente, que al final representan un beneficio para toda la población.
Como cualquier negocio, necesitará manejar ese dinero en una institución bancaria, puede ser el mismo banco que asaltaron, solo por darle un toque de descarado dramatismo al ejemplo.
Luego, el negocio devolverá a los socios accionistas (delincuentes), los beneficios de sus aportaciones de capital y de ahí la posibilidad de seguir invirtiendo en nuevos negocios o destinarlo al gasto, como sucede en muchos casos de empresarios actualmente exitosos, con inversiones en empresas editoriales, grupos de hospitales, hoteles, etc. (ya saben a quién me refiero).
En este caso hipotético, los delincuentes decidieron invertir en negocios formales reales y los beneficios que estos derraman sobre la economía del país son mínimos, pero recuerden que estoy planteando el caso más simple. Ahora imaginen los beneficios de esquemas de inversión con mayor complejidad en donde no solo delinquen una vez —y la consumación del delito continúa en el tiempo—, y se combinen con otros negocios ilícitos.
Aquí las ganancias de combinar estos esquemas, generan flujos de dinero importantes para una comunidad y que si los retiramos del sistema financiero de un país, le estamos propinando un duro golpe. Ahora bien, si nos referimos a los treinta mil millones de dólares que se estima se lavan en nuestro país, ¿cuál creen ustedes que sería el impacto?
Si elucubramos sobre situaciones mucho más elaboradas, donde se agregan a este coctel ingredientes como la complicidad de las autoridades administrativas, policiales, etcétera, los beneficios económicos que se pueden obtener, serán cada vez mayores.
Así que hablar solo de los efectos nocivos del lavado de dinero, es hablar parcialmente de esta actividad tan satanizada a nivel mundial, pero que en economías fuertes como la de los vecinos del norte de México, es en donde se lava la mayor cantidad de dinero en el planeta.