C.P.C. Armando Nuricumbo Ramírez, CPA, CFE
Vicepresidente del Sector Empresas del IMCP
Fundador de la firma de consultoría Nuricumbo+Partners
armando@nuricumbo.com
@a_nuricumbo
La ética siempre ha sido un requisito indispensable para el ejercicio de las profesiones más importantes del ser humano. Considerando su formación académica, conocimientos técnicos y experiencia de trabajo, el profesionista siempre se encuentra en una posición privilegiada en relación con el resto de la sociedad, particularmente en lo que respecta a su área de especialización
El profesionista, si se lo propone, podría engañar a sus clientes para lograr beneficios personales; así como un médico puede recetar medicinas que el paciente no necesita, el Contador Público puede presentar cifras que muestren una condición financiera o fiscal diferente a la realidad. Sin embargo, la mayoría de los profesionistas no lo hace porque hay algo que los detiene, que les indica que hacerlo está mal, algo que les lleva a actuar con honor y humanismo en la mayoría de los casos, ese algo es la ética.
La ética es ese freno que impulsa a hacer lo correcto ante las disyuntivas que se presentan en la vida; por ello, tiene una importancia fundamental en el desempeño de las profesiones y, en general, en todas las interacciones humanas, pues es una parte esencial de la calidad profesional.
Es lamentable que exista una tendencia a cerrar los ojos y olvidarnos de la ética, el resultado es que vivimos en un mundo cada vez con mayores niveles de corrupción. No se trata de un problema de países pobres, de mercados emergentes o del tercer mundo; hoy la corrupción también se globaliza, se exporta y se ha convertido en un fenómeno internacional.
Durante las últimas dos décadas el prestigio de la Contaduría Pública se ha visto empañado por escándalos éticos que han involucrado a grandes empresas en todo el mundo. Muchos de estos negocios eran auditados por despachos internacionales de Contadores, sin embargo, no fue posible prevenir o detectar estos fraudes. Falta de ética del lado de la administración y negligencia o simples de descuidos del lado del auditor, se han combinado para originar algunas de las quiebras corporativas más grandes de la historia, con sus respectivas consecuencias en pérdida de confianza en los mercados financieros y en las profesiones contables y administrativas.
Del lado gubernamental no dejan de asombrarnos los casos de corrupción que salen a la luz pública cada vez con mayor frecuencia. Gobernadores irresponsables que endeudan a sus estados, o que hacen demostraciones de riqueza muy superiores a sus ingresos o que en un gran despliegue de “suerte divina”, desafían toda ley de probabilidades ganando dos o tres veces la lotería.
Algún día volveremos los ojos hacia atrás y recordaremos esta época como el tiempo de algunos políticos que le fallaron a México, que pensaron que el simple atesoramiento de riquezas materiales justificaba cualquier cosa, incluyendo traicionar su cuna, las enseñanzas de sus padres y a sus propios principios. Algún día volveremos los ojos hacia atrás y los recordaremos con tristeza, pero también con alegría de que ya no existen más.
La disyuntiva entre ética y corrupción siempre ha existido y seguirá existiendo para los profesionistas, para los servidores públicos y, en general, para cualquier persona en posición de autoridad o liderazgo. De ahí la importancia de empezar a sembrar en los niños y jóvenes la semilla de la transparencia y la responsabilidad, la certidumbre de que no hace falta robar y acumular riquezas para ser alguien respetable en esta vida, así como la esperanza de que nuestro país algún día podrá superar de manera definitiva este cáncer de la corrupción.
Sin embargo, hoy por hoy la posición de México, en términos de corrupción y transparencia, deja mucho que desear. Somos una de las quince economías más fuertes del mundo, sin embargo, de acuerdo con la medición más reciente sobre percepciones de transparencia y corrupción realizada por Transparency International, ocupamos el número 106, empatados con Nigeria, Bolivia y Argentina.
¿Por qué es tan apremiante superar esta situación?
Aunque pueda parecer una exageración, la corrupción mata. Esto ha quedado demostrado en el caso de los sismos ocurridos en México en 1985, y más recientemente en los sismos de Haití. Dos investigadores —Nicholas Ambraseys del Imperial College de Londres y Roger Bilham de la Universidad de Colorado en Boulder— han publicado un trabajo que muestra la relación entre corrupción y el impacto de los sismos en diferentes partes del mundo. La conclusión es que las sociedades con un nivel de corrupción más alto sufren más los efectos de este tipo de catástrofes naturales, lo cual se debe a que en dichas sociedades es más fácil ignorar las reglas de construcción y sobornar a las autoridades que se supone debe vigilar que dichos reglamentos se cumplan. Con tantas nuevas construcciones en la Ciudad de México, me empiezo a poner nervioso mientras escribo esto.
La reforma que falta
Sin lugar a dudas, las reformas estructurales de los últimos años ponen a México en el carril de alta velocidad de oportunidades de desarrollo y aunque sus efectos tardarán en sentirse varios meses o años, es evidente que ahora se tiene una mejor posición en comparación con otros mercados emergentes. Sin embargo, hace falta una propuesta de reforma estructural que impulse una revolución ético-cultural enfocada en erradicar el fantasma de la corrupción en nuestro país, corriendo el riesgo de que México nunca alcance su potencial si no se revierten los grandes rezagos en corrupción y transparencia ya mencionados.
El impacto de la corrupción en el desarrollo económico, político y social ha sido y continuará siendo devastador, afectando —como siempre— de forma desproporcionada a los sectores más vulnerables de la sociedad, no habrá reformas estructurales que sean suficientes si no se termina con este problema de fondo.
En ese sentido, es necesaria una propuesta de reforma de gran calado, una reforma ambiciosa, histórica, del mismo calibre que el resto de las reformas estructurales, enfocada en comenzar la erradicación profunda y sistemática del virus de la corrupción, el cual, desafortunadamente, se encuentra enquistado en la psique nacional desde hace mucho tiempo.
Así como en las empresas privadas, estas iniciativas tienen que comenzar por arriba, con el famoso Tone From the Top, en México este esfuerzo debe comenzar por los líderes de los sectores público, privado y social, enviando un mensaje claro e inequívoco de que la corrupción no será tolerada, de que la ética está de regreso, y de que todas las acciones contrarias a esta serán perseguidas y castigadas de forma eficiente, es un cambio que va a tomar varias generaciones, pero que será fundamental para este gran país.
Esta gran reforma puede empezar por considerar algunas acciones, por ejemplo, incluir clases anti-corrupción en los programas de estudio desde la educación básica, establecer líneas de denuncia de fraudes en las principales dependencias en los tres niveles de gobierno y asegurar que estas líneas de denuncia sean manejadas de forma independiente, crear una Fiscalía Anti-corrupción verdaderamente autónoma que evite que este tipo de casos queden sin investigar o que las investigaciones se manipulen políticamente, transparentar de una vez por todas, a sindicatos y partidos políticos, estableciendo el requisito de que sean auditados y dictaminados de forma anual, utilizar tecnología para evitar al máximo las oportunidades de corrupción en la interacción ciudadano-autoridad y facilitar la extinción de dominio en casos claros de enriquecimiento inexplicable.
No cabe duda de que los retos que México enfrenta son muchos pero uno de los principales es terminar con el histórico imperio de la corrupción. En la medida en que los valores éticos estén cada vez más presentes en los profesionistas -especialmente en los Contadores Públicos- el futuro de nuestro país será cada vez más prometedor.
Te invitamos a consultar: http://www.transparency.org/cpi2013/results