C.P.C. Miguel Ángel Santillana Solana
Doctorando y Licenciado en Derecho
Licenciado en Filosofía
Introducción
Desde hace algunos años he tenido la inquietud de escribir algunas reflexiones con respecto a nuestra profesión vista a la luz de la Filosofía, ¿Es posible establecer los vasos comunicantes entre la Filosofía y la Contaduría Pública? Me cuestiono algunas preguntas:
- ¿La Contaduría Pública es susceptible de una indagación ontológica?
- ¿Cómo se conoce en la Contaduría?, es decir, ¿cuál es su proceso de conocimiento?, ¿la Contaduría es ciencia?, y si esto es cierto ¿cómo y porqué?
- ¿Cómo se podría realizar un estudio desde la filosofía moral de la Contaduría?; ¿cuál es el carácter antropológico y sociológico de la Contaduría pública?
- ¿Cómo se comunican los Contadores?, o en otras palabras, ¿existe un lenguaje específico, diferente del común por el que se comunican estos profesionales?, dicho en otro modo, ¿existe un lenguaje objeto que describa el lenguaje de los Contadores?, se trata con esto de responder a la pregunta, ¿cuál es el metalenguaje de la Contaduría Pública?
- ¿Es posible hacer un estudio de la Contaduría Pública de tipo semántico, sintáctico, filológico, dicho de otra forma, lingüístico?
Es posible establecer la “teoría” de la Contaduría Pública, de hecho, está contenida en las Normas de Información Financiera (NIF), en las Normas y Procedimientos de Auditoría, en las normas internacionales que dan consistencia, cohesión, estructura, metodología y sistematicidad a nuestra profesión; pero, ¿dónde se fundamenta todo esto?, ¿dónde se contiene?; es decir, ¿dónde está la “metateoría” de la profesión contable?
¿Se podrán representar en forma simbólica, con signos, los axiomas fundamentales de la profesión; específicamente, los axiomas ontológicos fundamentales de la Contaduría? Por ejemplo: activo = pasivo + capital.
¿Es posible establecer y delimitar la unidad, la verdad, la belleza, el bien, la bondad de nuestra profesión, en nuestro trabajo cotidiano, tal vez rutinario y monótono?
Las respuestas a estas interrogantes nos darán una perspectiva de la profesión más amplia. Estas respuestas nos ayudarán a reencontrar nuestra profesión como un trabajo digno y noble y porque no, a reencontrarnos a nosotros mismos dentro de la profesión.
El sencillo trabajo que expongo persigue un solo propósito: presentarles lo que es la disciplina científica denominada “antropología”, particularmente la que es de naturaleza “filosófica” y la forma en que se relaciona con la Contaduría Pública.
Podría ser un trabajo totalmente abstractivo, de alta especulación, cansado, difícil de digerir y más todavía de ponerlo en práctica, o como vulgarmente, se dice, “aterrizar” este sencillo trabajo a nuestro SER y quehacer de todos los días.
Una es la Filosofía académica y otra la práctica; me encanta la primera, prefiero la segunda. En suma, soy un Contador que vive y come todos los días de su trabajo, de su honroso trabajo de Contador que en este momento va a platicarles a otros Contadores (quiero pensar que también viven y comen de lo mismo); de la Filosofía, en su rama de la Antropología y de cómo se relaciona con nuestra profesión y nuestro trabajo.
Si éste sencillo artículo sirve a sus lectores para ver la profesión desde “otro ángulo”, desde “otra perspectiva”, “con otras gafas”; el autor del mismo se dará profundamente satisfecho.
Para dar cumplimiento a este cometido comenzaremos nuestras reflexiones planteando dos cuestiones que, no obstante ser distintas en “contenido”, se implican y condicionan mutuamente. Mientras la primera de ellas se interroga “qué es el hombre”, la segunda se pregunta “cómo llegar a saberlo”.
Dos preguntas distintas, pero esenciales
En cierta manera se puede decir que la antropología —en cuanto a disciplina científica de naturaleza filosófica— se halla comprendida íntegramente en el ámbito de preocupaciones que se delinea a partir de la segunda pregunta: ¿cómo llegar a saberlo?, ya que su objetivo fundamental es la implementación de los caminos del pensar que son necesarios para el conocimiento adecuado de lo que el hombre “es”, en su carácter específico.
Según Ramón Díaz Olguín, por el contrario, la primera pregunta: ¿qué es el hombre?, más allá de una cuestión científica lo que plantea es propiamente un problema de experiencia, esto es, el del contacto elemental —pero significativo— con esa extraña realidad llamada “hombre”, donde lo específico de su naturaleza es puesto de manifiesto; experiencia en la que toda persona se ve comprendida individualmente pero, al mismo tiempo, superada por la enorme riqueza de sus implicaciones.[1]
Por ejemplo, si miramos rápidamente a las concepciones más influyentes que sobre lo “específico” del hombre se han forjado en el ámbito de distintas ciencias en el lapso de tiempo que comprende los dos últimos siglos —esto es, la que considera al hombre como un producto más de la evolución de la materia (positivismo) o la que lo ve, en cambio, como una manifestación de un espíritu absoluto (idealismo); la que lo concibe como un fragmento de una totalidad social más englobante (marxismo y nacional-socialismo) o la que lo hace parte de las leyes deterministas de la vida psíquica y biológica (biologismo y psicoanálisis); y, finalmente, la que arroja al hombre a vivir una existencia carente de sentido a partir de una libertad apoyada en el vacío (existencialismo y nihilismo)—, podremos apreciar la infinidad de contradicciones existentes acerca de un ser que; sin embargo, no se encuentra en la lejanía del espacio interplanetario o las profundidades abismales del océano, sino que sencillamente “está ahí”, “delante” de nosotros, “frente a” nuestra mirada espiritual, como objeto de experiencia, porque se trata de nosotros mismos. Sin embargo, para las ciencias —de la índole que sean— el hombre se ha presentado siempre como algo “problemático”.[2]
Tanto más problemático, incluso, porque no se trata de concepciones que provienen de personas ignorantes carentes de instrucción, gente supersticiosa o incautos soñadores, sino de mentes admirables con gran formación científica y literaria, que han dejado su huella en el paso de la historia.
Por esa razón, dada la importancia que puede revestir la pregunta: ¿qué es el hombre?, para la elaboración de cualquier conocimiento adecuado sobre el mismo por su fecundo contenido experiencial, antes de abordar la ardua cuestión de: ¿cómo llegar a saberlo?, que ocupa propiamente a la antropología filosófica puede sernos de gran ayuda ensimismarnos primero con todo lo que esta pregunta implica en la experiencia habitual de la existencia humana, tanto la que tenemos de nosotros mismos como la que se origina de los encuentros e intercambios con otros hombres.
¿Qué es el hombre?
La imagen del hombre que se muestra en la experiencia viva de su ser es asombrosa y enigmática; lo más “cercano” que puede ofrecerse a la mirada y, al mismo tiempo, lo más “inaprensible”, como testimonia un poeta al inquirir sobre el “valor específico” de cada vida humana.
¿Qué es el hombre? Después de la pregunta por la realidad de Dios no existe otra más antigua que haya preocupado a la humanidad entera a lo largo de todos esto siglos; asimismo, ninguna ha sido planteada con tanto dramatismo y sobrecogimiento como esta.[3]
En ella resuenan tanto la urgencia de “significado” por la existencia personal que agita a cada individuo como la conciencia del “valor” de la propia humanidad que cada quien para sí reclama, por encima de las circunstancias concretas en las que su vida se encuentra, sean estas alegres o dolorosas, humillantes o nobles, en la más alta plenitud humana o en la más terrible abyección.
En nuestros tiempos modernos, las cosas no han sido en absoluto distintas. A pesar de la historia transcurrida y los avances científicos en muchos ámbitos de la realidad, la pregunta acerca de lo “específico” del hombre y el asombro por la “enigmaticidad” de su existencia siguen estando presentes de forma tan viva como antes, incluso de forma más imperiosa que entonces, cuando cierto “cansancio” y falta de “energía” para vivir parece imponerse por todas partes como notas dominantes de nuestra cultura.
Hace setenta años, el influyente pensador alemán Martin Heidegger reflejaba esto con cierto tono de escepticismo en una importante obra suya:
En ninguna época se ha sabido tanto y tan diverso con respecto al hombre como en la nuestra. En ninguna época se expuso el conocimiento acerca del hombre en forma más penetrante ni más fascinante que en esta. Ninguna época, hasta la fecha, ha sido capaz de hacer accesible este saber con la rapidez y facilidad que la nuestra. Y, sin embargo, en ningún tiempo se ha sabido menos acerca de lo que el hombre es. En ninguna época ha sido el hombre tan problemático como en la actual.
Pero, a pesar de que el más mínimo indicio de respuesta se encuentra todavía lejos de ser encontrado, la importancia de esta pregunta —nacida del asombro que despierta la existencia misteriosa del hombre— sigue manteniéndose intacta en el centro vital que anima todas las culturas y la vida individual de cada persona, tal vez porque en ella, así como en todas las demás preguntas que le son correlativas (¿qué es la vida?, ¿para qué nos ha sido dada?, ¿por qué y para qué se vive?, y yo, ¿quién soy?), se encuentra la continua posibilidad de retomar las “razones” que mueven a todo hombre a asumir radicalmente su existencia y proseguir su infatigable búsqueda de “significado”.[4]
Por eso, aunque no han faltado ciertamente a lo largo de los siglos intentos denodados por “oscurecer” la índole de esta pregunta —por ejemplo, reduciendo al máximo su grandísimo reclamo en la vida cotidiana o relegando su valor a la esfera de las vivencias personales puramente subjetivas en el campo de los conocimientos especializados—, lo que ha conducido a los hombres casi obsesivamente a volver una y otra vez su mirada tras la misma ha sido la más elemental necesidad de dar alguna consistencia significativa a las relaciones primarias de la vida, como ir a trabajar, amar a los hijos, respetar a la mujer, proteger la patria, investigar en un laboratorio o perdonar la ofensa de un enemigo, salvaguardándose, con ello, de la intrincada trama de sus pensamientos fantasiosos con los que mentirosamente se auto justifica.
Concepto y requisitos de una profesión
Según Javier Romero López, la profesión es:
f. Acción y efecto de profesar. Género de trabajo habitual de una persona, oficio: ejercer una profesión. (Sinón. Actividad, arte, carrera, ocupación, oficio. Ver empleo.) Conjunto de intereses de la colectividad de personas que ejercen un mismo oficio…
De lo expresado anteriormente, podemos ver con claridad que una profesión es cualquier actividad realizada por una persona o conjunto de personas, las cuales velan por el interés de la actividad que realizan y de ellos mismos.[5]
La Contaduría Pública como profesión
Dice Gerardo Guajardo Cantú que toda profesión nace primero como oficio. Empieza a evolucionar y la presencia de dicha actividad en la sociedad se reviste de un estatus cada vez más elevado hasta que adquiere el rango de profesión. Es de esta manera como vemos que del oficio de curandero se evolucionó a la profesión de médico; del de defensor a la profesión de abogado y así sucesivamente con otras profesiones. En el caso de la profesión contable, esta nace como un intento práctico de resolver problemas, y en esta afirmación estriba precisamente la justificación de la contabilidad en la sociedad de hoy.
La presencia de la contabilidad en el mundo de los negocios actual se convalida siempre y cuando ofrezca un servicio de calidad a sus clientes. Ahora bien: ¿cuál servicio presta la contabilidad a la sociedad? La contabilidad tiene como objetivo generar información útil para la toma de decisiones de usuarios tales como administradores, banqueros, inversionistas, dueños, público en general, empleados, autoridades gubernamentales y otros más.[6]
Ahora, la Contaduría Pública será entendida como aquella actividad profesional desarrollada por licenciados en Contaduría, personas estudiosas de la disciplina y que, mediante su paso por la universidad, adquieren un conjunto de conocimientos para obtener el título correspondiente.
En la medida en que la contabilidad cumpla con esta premisa fundamental, su presencia en la sociedad actual será cada vez más necesaria y demandada.
Del principio de totalidad en el universo contable y los seres o gentes que lo pueblan
Según el prestigiado académico e iusfilósofo Juan de Dios González Ibarra en su Epistemología Administrativa, que con fines explicativos podemos afirmar razonablemente que el mundo contable, el que hemos elegido por vocación para desarrollarnos profesionalmente en él y como proyecto comprometido de vida, está poblado por seres o entes con existencia plena o absoluta como son:
- Los objetos tanto físicos o materiales y los intelectuales, teóricos, cognitivos y meta cognitivos, tales como: estados financieros, computadoras y calculadoras, paquetes computacionales contables y de auditoría, productos como mercancías, servicios de asesoría y/o consultoría, imágenes corporativas, manuales de metodología de trabajo y control de calidad, sistemas computacionales gubernamentales y de Internet (DIMM, SIPRED, SUA, IDSE).
- Sujetos llamados personas físicas (trabajadores, directivos, consumidores) o morales, como son las organizaciones identificadas como empresas, generalmente cuando tienen un fin de lucro, o sociedades y asociaciones civiles, entidades del sector gubernamental y/o financiero.
- Procesos como los que se inician con un servicio de contabilidad y/o auditoría, en la asesoría contable, fiscal, administrativa.
- Valores y antivalores como son la eficiencia, eficacia, calidad, excelencia, productividad, competitividad y los antivalores correspondientes, también los valores y antivalores sociales, tales como: justicia, injusticia, equidad, inequidad, bien común, bien privado, seguridad jurídica, inseguridad jurídica.
Sostenemos que existen estos seres, así que, en consecuencia, la carencia o desconocimiento de algunos de ellos, significaría la negación de ese mundo contable en la práctica y empresarial en lo ontológico, un ejemplo sería el de los valores o antivalores, su ausencia nos colocaría en una situación de inexistencia de principios y fines de esa realidad, algo similar podemos afirmar de los objetos, sujetos o procesos.[7]
No habrá organización ni industria sin la presencia de esta tensión y, en consecuencia, la necesidad de desarrollar al Contador encargado de atender a esa tensión con eficiencia, y en lo social, la acción humana consciente que implica la realización de la tarea y su coordinación, responsabilidad individual del trabajador ante sí mismo y la organización, con la responsabilidad de ambos ante la sociedad.
Se presentará una triple dimensionalidad del ser humano: como individuo, ciudadano, trabajador o empresario. Reflexionando se llega al juego interno de la siguiente dinámica: individuo, organización y sociedad, con el contexto de la naturaleza como responsabilidad ecológica de la humanidad.
Dice el C.P.C. José Jaime Rivera Herrera en su visión holística del Contador que es de gran importancia que la Contaduría Pública participe en la discusión de los grandes problemas sociales, toda vez que la profesión se ha mantenido al margen de los mismos. Si bien es cierto que las áreas de conocimiento del Contador son especializadas, no lo es menos que es una profesión favorecida en virtud de que domina las estructuras financieras y las áreas administrativas.
Por lo tanto, puede participar activamente analizando y señalando actos que coadyuven a la solución de problemas sociales, como por ejemplo: evitando la corrupción, propiciando áreas de oportunidad de carácter empresarial y administrativo que mejoren las condiciones de vida y den oportunidades a personas menos favorecidas económica y socialmente.[8]
El carácter antropológico de la Contaduría Pública debe ser entendido en función del hombre, del ser humano, en sus tres aspectos: individuo, ciudadano y empresario/empleado.
El campo nato de nuestra profesión son las áreas administrativas y financieras de la sociedad y es ahí donde la Contaduría debe insertarse y actuar antropológica y sociológicamente.
Entiendo a la Contaduría en el futuro como un ciencia (en otro tema trataremos ampliamente este asunto) holística, transdisciplinar, autopoyética, que mejore al ser humano en sus aspectos intelectual, económico, administrativo, organizacional, siempre desde su trinchera, desde su bastión que son las finanzas, la administración, la contabilidad, los impuestos.
Conclusión
Por lo anterior, observo a una profesión, pequeña o mejor dicho “empequeñecida”, cuando podría ser grande, creo que con el transcurso de los años se ha vuelto obsoleta, otras profesiones nos están “ganando terreno” incluso nuevas, de reciente creación universitaria, ¿qué ha pasado? Dicen que somos “cuadrados”, que somos “cerrados” que somos “un mal necesario”; para pocos muchachos(as) bachilleres la profesión de Contador Público es una opción si no atractiva, por lo menos viable.
El proceso de entendernos, de comprendernos, de “auto comprendernos” como profesión y como profesionales de la Contaduría no ha terminado.
Está iniciando una nueva era, la era de la posmodernidad, la era de la globalización, en donde la Contaduría Pública tiene posibilidades ilimitadas de coadyuvar, de crecer, de hacer crecer al ser humano desde su trinchera, desde su bastión (ahí, siempre ahí), por hacer una sociedad más justa y humana.
En mi opinión, la Contaduría Pública, debe cumplir con una función más antropológica y sociológica, en los siguientes aspectos:
- Debemos hacer de la profesión, una actividad de relación interpersonal estrecha con los usuarios de nuestros servicios, dar una imagen a la sociedad de nuestro trabajo más humano, de compromiso social, más dinámico, participativo, comprometido, incluyente. Con ello se quitará la imagen de profesión “cuadrada” y “cerrada”.
- Conocer la realidad social de la Contaduría, analizando los factores que intervienen en su desarrollo y evolución, es decir, la profesión tiene que adaptarse a realidades sociales para que inserta en la comunidad, coadyuve a su desarrollo y progreso, sobre todo en lo administrativo y económico, que es su función específica.
- Proporcionar a las autoridades hacendarias de todos los órdenes (federales, estatales y municipales), mayores recursos para que la función de estas se adecue a la realidad humana, social y económica de la sociedad.
- Orientar a los usuarios de nuestros servicios (públicos y privados) respecto de una mejor y eficiente optimización de los recursos económicos; mediante nuevas y mejores formas de administración de los negocios (gobierno corporativo, comités de auditoría, etcétera); para que todos los involucrados en las empresas resulten beneficiados en primera instancia en el aspecto económico, (propietarios, directivos, empleados, trabajadores, entre otros).
- Conocer los hechos sociales que influyen en la determinación de situaciones económicas, administrativas, financieras, contables y tributarias, para que la profesión influya de manera directa en la toma de decisiones que afecten a la comunidad, para el mejoramiento de las personas como miembros de empresas y organizaciones, y de la sociedad.
La Contaduría Pública tiene que “reencontrarse” y pensarse a sí misma, antropológica y sociológicamente.
Bibliografía
DÍAZ, Olguín Ramón. Reflexiones Antropológicas. Tres miradas al rostro del hombre. Colección Experior, Materiales Académicos. Año 2, No. 3, enero 2006. UPAEP.
GONZÁLEZ, Ibarra Juan de Dios. Epistemología Administrativa. Ediciones Fontamara, 2005, México, D.F.
GUAJARDO, Cantú Gerardo. Contabilidad Financiera. Ediciones McGraw-Hill, México, D.F., 1992.
ROMERO, López Javier. Principios de Contabilidad. Ediciones McGraw-Hill, México, D.F., 1995.
Rivera Herrera José Jaime. “Una Visión Holística. El perfil del Contador”. Revista Defensa Fiscal. No 145. Octubre de 2011.
[1] DÍAZ, Olguín Ramón. Reflexiones Antropológicas. Tres miradas al rostro del hombre. Colección Experior, Materiales Académicos. Año 2, No. 3, enero 2006. UPAEP. Pág. 14 y 15.
[2] Ídem. Pág. 15 y 16.
[3] Ídem. Pág. 18.
[4] Ídem. Pág. 22 y 23.
[5] ROMERO, López Javier. Principios de Contabilidad. Ediciones McGraw-Hill, México, D.F., 1995. Pág. 1.
[6] GUAJARDO, Cantú Gerardo. Contabilidad Financiera. Ediciones McGraw-Hill, México, D.F., 1992. Pág. 9.
[7] GONZÁLEZ, Ibarra Juan de Dios. Epistemología Administrativa. Ediciones Fontamara, 2005, México, D.F. Pág. 132.
[8] Rivera Herrera José Jaime. “Una visión Holística. El perfil del Contador”. Revista Defensa Fiscal. No 145. Octubre de 2011. Pág. 54.