C.P.C. Luis Núñez Álvarez
Profesor investigador y jubilado
por la Universidad de Guanajuato
investigador20032002@yahoo.com.mx
Declaran los expertos que en la última reunión de este grupo (celebrada en Toronto, Canadá) que dadas las condiciones económicas y financieras por las que está atravesando en lo general el mundo y en lo particular los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, se requerirá tomar medidas drásticas con el fin de estabilizar la economía de sus miembros. Una de estas medidas es la reducción en 50% del déficit fiscal, de aquí a 2013; desde luego, sin llegar a considerar (quizá sí lo hicieron) el gran problema que flagela a la humanidad: altas tasas de des- empleo y falta de inversiones en infraestructura en muchos países subdesarrollados.
Es importante resaltar que, por el momento, los parlamentos y los congresos de los países en la reunión han contemplado la posibilidad de no volver a generar estímulos fiscales, cuando la realidad es que las economías no se han rehabilitado totalmente, por el contrario, se puede presentar una caída que en el año 2011 pudiera resultar más dolorosa de lo que ya fue, la de finales de 2008 y todo 2009.
Hemos visto cómo el euro perdió su competitividad frente al dó- lar y no termina de consolidar su valor, sino que al contrario, sigue dando tumbos. Es importante recordar que cuando el Congreso de los Estados Unidos aprobó el estímulo hasta por un monto de 787 mmdd (en el que se incluyeron reducciones fiscales, apoyos a la educación, a la salud, al desempleo y apoyos a las industrias), el PIB de ese país andaba de capa caída y sólo hasta el tercertrimestre logró repuntar su crecimiento hasta llegar a ser positivo. Muy a pesar de ello, el empleo no repuntó como se esperaba y se tuvo que apoyar al seguro del desempleo.
Ya hemos visto, con pesar, los padecimientos económicos de países como Portugal, España y Grecia, quienes han tenido que so- meterse a manifestaciones de inconformidad por parte de la población, aún así, las reformas fiscales han sido crudas: aumento de impuestos, reducción de impuestos y alzas en el costo de los servicios. Los resultados todavía no se ven.
En la reunión de Toronto se pudo ver cómo los poderes políticos de Estados Unidos y Alemania (principalmente) resultaron caóticos, donde la capacidad de convencimiento de la Secretaria Merkel fue más precisa y sus propuestas debieron ser aceptadas, convirtiéndose Alemania en un país con más fuerza política y económica en la Unión Europea. Los programas de austeridad podrían verse restringidos buscando un crecimiento del PIB, que a la fecha no se ha visto en muchos de los países que integran la comunidad.
Con la medida tomada (reducción del déficit fiscal) quienes van a salir más perjudicados son los programas de bienestar social. Veremos una reducción a los apoyos a estudiantes y las universida des posiblemente tendrán que incrementar sus cuotas. Se obligará a organismos públicos a reducir su personal, por lo tanto, el desempleo crecerá y así veremos diversos cambios en las finanzas de las administraciones de los gobiernos.
Lo anterior tuvo que acordarse porque se consideró más práctico afectar a los contribuyentes que al sistema financiero internacio- nal, como se había pactado en la reunión del G-20 en Londres, en 2009, donde se solicitó y se convino establecer mayores regulaciones al sector financiero a fin de que la crisis que se estaba viviendo no se repitiera ¿Qué fue lo que realmente pasó en esta última reunión donde se esperaba la aprobación de nuevas reglas en el control del sector financiero? Éstos quedaron a salvo, a pesar de que en plena crisis de 2009 hubieran recibido millonadas de apoyo para no quebrar y evitar que el sistema se colapsara, generando un gran endeudamiento, que en los Estados Unidos está por llegar a 90%, con lo cual el sistema de maniobra se ha visto afectado.
En los últimos meses hemos visto que en países como Italia, Alemania, Francia, España y Grecia, los trabajadores, estudiantes y pensionados han marchado muchas veces bajo el lema de “NO PA GAREMOS POR SU CRISIS”. En sus manifestaciones proponen que los derivados y las ganancias de los mercados financieros sean gravados. Con ese tipo de impuestos no sólo se podrían superar los déficits fiscales, sino que también sobraría dinero para incrementar los gastos en programas sociales.
El G-20 en realidad vela por los intereses y beneficios del G-7, y éste, a su vez, se encuentra al servicio del gran capital.